Fui a ver a Jason Mraz al Gran Rex, volví encantada con su personalidad y su talento. El show superó mis expectativas, la verdad que no esperaba que el tipo cantara tan bien en vivo. Además, tiene una banda de puta madre y un percusionista, Noel "Toca" Rivera, que la tiene atada.
Pero no vine hasta aquí para contar eso. En realidad vine para no contar nada. Solamente para explayarme sobre lo molesto que me resultó ver este recital en un teatro.
Como no me alcanzaba para la platea (los artistas internacionales cotizan las plateas demasiado caras), compré pullman, que es el último piso del Gran Rex. Además de marearme -porque la redondez del techo tiene unas rayas como de ventilación negras que siguen la forma, como los azulejos de las escaleras de los subtes-, pude comprobar que la gente en ese sector del teatro es muy mala onda.
Mraz invitaba a bailar en determinadas canciones y abajo era una fiesta. Sin embargo, en cuanto yo atinaba a levantarme el reverendo pelotudo que tenía atrás empezaba a gritar que me siente. Ahora, yo me pregunto, ¿para qué vas a un recital? ¿Para quedarte sentado como si estuvieras en el cine? Para eso comprate el dvd y quedate en tu casa, infeliz.
Igual, admito que muchas canciones de JM son para quedarse sentado escuchándolo y abrazando al que tenés al lado, pero otras ameritan hasta una coreo. Me parece que la gracia es pasarla bien, sacudir el esqueleto, que te duelan las patas y la cintura de tanto estar parado.
Bueno, eso en el pullman de esta noche no existió. Por eso, yo me manifiesto a favor de los recitales de pie. He dicho.
N de la R: al único que banco que toque en un teatro es a Lisandro Aristimuño... De todas formas, sigo prefiriendo sus recitales en Niceto.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
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