"Sos una lapicera, estás en la mano de una chica que transita su primer día en la universidad. Ella te lleva, sosteniéndote fuerte, como si fuera a necesitarte en cualquier momento. Los nervios le provocan una transpiración que te sofoca. Sentís todo húmedo, resbaladizo y asqueroso pero no podés hacer nada para evitarlo. Ella no te suelta.
De repente, algo empieza a cambiar. Comienza como una metamorfosis en tu ser. Un cosquilleo sube desde el tapón hasta el capuchón. Es incómodo, extraño, doloroso. Sabés que es la humedad lo que está causando eso pero no hay manera de escapar de ella. Unas raras extremidades surgen de vos mágicamente. Te salen piernas, brazos y una cabeza. La muchacha, que hasta el momento no te prestaba atención, siente esos movimientos y al ver que una pequeña personita creció en su mano se asusta y te deja caer. Corre al baño pensando que alucina.
Y ahí estás vos, tirada en el medio de un edificio lleno de gente que no te ve. Pero tan pronto como pensás que te van a pisar, crecés, crecés sin parar, como Alicia en el País de las Maravillas. Querés pedir ayuda pero no sabés cómo, no podés emitir sonido alguno. Estás desorientada, buscás cómo salir de ahí para ir a ningún lado, pero ese instinto de supervivencia te dice que busques algo para escapar de la gente que te mira horrorizada.
Te desesperás, corrés hasta que un hombre de traje se te acerca. Alcanza a tocar tu humanidad azul y plop! volvés a ser esa lapicera insignificante que la novata llevaba nerviosa en su primer día."
Sí, mi imaginación puede ir muy lejos cuando un ejercicio de Teatro me obliga
lunes, 15 de febrero de 2010
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