martes, 25 de agosto de 2009

Colectivo imaginario

En la hilera de asientos individuales, el tercero, justito arriba de la rueda y con la ventanilla que se abre exactamente como para sacar el brazo. Ahí.
Ése es mi asiento preferido de la línea 26 (y de todas las demás que utilizan la misma carrocería).

jueves, 20 de agosto de 2009

......

El 30 de diciembre de 2004 el entonces novio de una de mis amigas me había dicho que esa noche iría a ver a Callejeros con los chicos, nuestros amigos del barrio en ese momento. Era LA banda de rock. Habían sido como una revelación ese año y habían llenado el estadio de Excursionistas, adonde dos de mis amigas más cercanas habían ido.
Después de cenar, mi viejo sintonizó de casualidad Crónica en donde una placa roja anunciaba que una "bailanta" se incendiaba en Once. En eso, se conecta al MSN el chico antes mencionado, quien debería estar en el recital. Enseguida me dijo que se habían tenido que ir por un incendio que había causado una bengala. Ante mi desconcierto, vuelvo a mirar al televisor y ahora la información era más concreta: no era una bailanta, era Cromañón, el lugar donde tocaba Callejeros, y se estaba muriendo gente.
Las imágenes eran estremecedoras, y a medida que pasaba el tiempo el panorama empeoraba. Le pedí detalles a mi amigo: él sólo me podía decir que como habían llegado un poco tarde, el lugar estaba arrebatado de gente y se habían tenido que quedar cerca de la puerta. Eso les salvó la vida.
Yo tenía 16 años, mis amigos entre 17 y 18. La mayoría de los que estaban ahí no superaban los veintipico de años. La mayoría de los que estaban ahí eran chicos como yo, a los que nadie cuidó. Empezando por el Estado corrupto, que ni en ese momento ni ahora se preocupó por controlar que ese y tantos otros lugares tuvieran las medidas de seguridad necesarias para que, en caso de una tragedia semejante, los pibes pudieran empujar una puerta y salir.
Siguiendo con el dueño del lugar que, como todo empresario, lo único que quería era lucrar. Para eso, vender entradas de más y pagar coimas para que no le cerraran el bolichito, cuyas salidas de emergencia estaban encadenadas.
Y finalmente, la banda que no está libre de responsabilidad. Hoy, a 5 años, los absuelven como si no hubieran incentivado el uso de bengalas en un lugar cerrado. Como si ninguno hubiera tenido ni voz ni voto en las decisiones.
En este caso, son todos socios de la tragedia y todos tienen que pagar. Lo más grave es que para el tribunal el gran culpable es Chabán, y bien culpado está, pero con esto se tapan responsabilidades aún más pesadas, que van a quedar impunes.

viernes, 14 de agosto de 2009

Capuccino

Me senté en la hilera final de asientos del colectivo, ahí donde cualquiera que sube fija la mirada. En la parada de Anchorena los vi subir: eran una pareja de esas que parecen combinar en todo pero algo me iba a demostrar que no era tan así.
Se ubicaron bastante cerca de mí, parados, sosteniéndose de la última fila de asientos dobles antes de la puerta. De un silencio incómodo, pasaron a una discusión casi discreta. Hablaban en voz baja pero era evidente que estaban discrepando en algo. Siempre me pareció patética la gente que hace escándalos de cualquier tipo en público. Sin embargo, me dio la sensación de que ellos realmente no podían esperar.
De repente, ella lo abrazó a él, que levantó la vista y me vio que lo estaba observando. En cualquier otra situación yo hubiera corrido mis entrometidos ojos de ahí, pero sostuve mi mirada esperando a que él la corriera. Ninguno de los dos estaba dispuesto a hacerlo y, antes de que el brazo de su novia lo soltara, pude ver en su cara una expresión de resignación.
Finalmente, ella se bajó dos paradas antes que la mía. Cuando el colectivo llegó a Acoyte, quedamos él y yo esperando para bajar. Una vez abajo, sin rodeos, me preguntó si lo acompañaba a tomar un capuccino al bar de la esquina. Contra todo precepto paternal, acepté la invitación de este extraño que me pareció de lo más inofensivo. Además, tenía unos ojos verdes demasiado profundos. Está bien, podría haber sido un tipo peligroso, pero lo único que quería era hablar.
Fue una situación de lo más extraña: alguien que había visto en el colectivo y con quien ni siquiera había cruzado palabra en el trayecto, ahora me daba detalles de su vida. No sé por qué lo escuché, me habrá parecido sincero.
Según él, estaba en las últimas con Martina que lo celaba demasiado. El noviazgo venía desde hacía tres años y no daba para más, habían cambiado mucho los dos.
Con curiosidad le pregunté por qué me había invitado el café y me dijo que no había explicación alguna, que nunca hacía esas cosas. De hecho, era la primera vez.
Con una sonrisa comparó la situación con la de una visita al psicoanalista: “¿Para qué pagar para hablar con un desconocido si en el colectivo hay para elegir escuchadores a cambio de un café?”. Me reí, no era una apreciación tan descabellada.
Charlamos, fue una conversación distendida. Sus puntos de vista eran muy interesantes, otros cuestionables, parecía especial. Estaba cómoda en su compañía pero cuando nos quisimos dar cuenta ya era casi la hora de la cena.
No me dejó pagar lo mío, por más que insistí. Salimos y ambos nos agradecimos por la charla. “¡Cierto! Soy Pedro”, dijo riéndose y se perdió entre el gentío.

jueves, 13 de agosto de 2009

En mis tres años de estudio de periodismo temo (TEMO) por una materia...
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INVESTIGACIÓN. muajaja

miércoles, 12 de agosto de 2009

Radio gaga

La magia de la radio hizo que una Sol de 20 años, volviendo de la facu en bondi llamara a Metro y medio y otra Sol, de 20 años, volviendo de la facu en bondi, la escuchara.