Con esto de la era digital, la tecnología e Internet, cuando uno comenta que se tomó el trabajo de ir hasta una disquería, pasear por sus pasillos, elegir un CD después de ver varios, hacer la cola y pagar (sí PAGAR), lo miran como si fuera un bicho raro.
Parece que no entienden el encanto de llegar a tu casa, romper el envoltorio transparente, poner el disco en el reproductor y abrir el librito para ver el arte y el diseño que el artista eligió para vos, mientras suena la música. Es un folklore que disfruto cada vez que puedo comprarme un "CD posta".
Claro, no voy a ser hipócrita. Yo también bajo música pero, si pudiera, no lo haría. Es demasiado frío ese formato mp3, que no tiene nada tangible y hasta a veces ni el nombre de la canción aparece en la pantalla de la computadora, si lo bajaste de cualquier lado. Sin embargo, debería tener demasiada plata para adquirir toda la música que me gusta, de manera legal.
Entonces, cada vez que puedo, vuelvo a la disquería, recorro sus pasillos, elijo UNO de todos los que me gustaría llevar, hago la cola, compro y siento que le digo gracias a ese/esos artista/s que trabajaron para que la vida suene un poquito mejor de lo que es.
domingo, 21 de junio de 2009
viernes, 19 de junio de 2009
It's all right, It's ok
Alguna vez leí que cuando uno piensa "este lugar está lleno de pendejos" es porque ya se es mucho más grande de lo que se cree.
Algo así me pasó el miércoles, cuando fui a ver a la banda británica The Kooks en La Trastienda. Sinceramente, si no hubiera sido por la crónica de una compañera de facultad que había ido el día anterior, nunca me hubiera imaginado encontrarme con tantas adolescentes histéricas por los muchachos ingleses.
Entonces, fui preparada psicológicamente para aguantar los gritos agudos. Y así fue. Afortunadamente, el lugar tiene un sonido de puta madre y los altos volúmenes de alaridos no taparon el brit-rock de The Kooks. De todas formas, debo admitir que en un principio me sacaron de las casillas las niñas desesperadas por que el frontman las mirara aunque sea dos segundos. Dan ganas de sacudirlas y decirles: "¿Para esto pagaste una fortuna? No gastes tanta energía en gritar y desmayarte, disfrutá del show, carajo".
La realidad es que, además de ser una banda relativamente nueva, sus integrantes no superan los 24 años por lo que cabe la posibilidad de rotularlos como una boyband, con la diferencia de que son más bien indie y hacen buena música (a mi entender).
En fin, lo grato es que el recital fue una inyección poderosa de energía a mitad de semana. Estaré vieja y este pensamiento de "uhh, está lleno de pendejos" se hará recurrente, pero no por eso voy a dejar de deleitarme con lo que me gusta. Así que sin dudas volvería a pagar una entrada para ver a estos cool guys de Brighton.
Algo así me pasó el miércoles, cuando fui a ver a la banda británica The Kooks en La Trastienda. Sinceramente, si no hubiera sido por la crónica de una compañera de facultad que había ido el día anterior, nunca me hubiera imaginado encontrarme con tantas adolescentes histéricas por los muchachos ingleses.
Entonces, fui preparada psicológicamente para aguantar los gritos agudos. Y así fue. Afortunadamente, el lugar tiene un sonido de puta madre y los altos volúmenes de alaridos no taparon el brit-rock de The Kooks. De todas formas, debo admitir que en un principio me sacaron de las casillas las niñas desesperadas por que el frontman las mirara aunque sea dos segundos. Dan ganas de sacudirlas y decirles: "¿Para esto pagaste una fortuna? No gastes tanta energía en gritar y desmayarte, disfrutá del show, carajo".
La realidad es que, además de ser una banda relativamente nueva, sus integrantes no superan los 24 años por lo que cabe la posibilidad de rotularlos como una boyband, con la diferencia de que son más bien indie y hacen buena música (a mi entender).
En fin, lo grato es que el recital fue una inyección poderosa de energía a mitad de semana. Estaré vieja y este pensamiento de "uhh, está lleno de pendejos" se hará recurrente, pero no por eso voy a dejar de deleitarme con lo que me gusta. Así que sin dudas volvería a pagar una entrada para ver a estos cool guys de Brighton.
miércoles, 17 de junio de 2009
Oníricamente
Últimamente tengo un sueño recurrente en el que estoy con mi familia en las cercanías de una estación de servicio y hay una muchedumbre dispuesta a incendiar un auto. Al parecer, estamos todos de acuerdo en llevar a cabo tal acto de vandalismo. El siguiente cuadro es digno de una película de acción: todos corriendo porque obviamente revienta la estación.
Con mis viejos nos escondemos a la vuelta de la esquina y esperamos que salgan del caos mis tíos y primos. Justo en el momento que me empiezo a desesperar, los veo a todos ilesos viniendo hacia nosotros.
Lo curioso es que la explosión deja sin hogar a toda la ciudadanía y, en el medio de ese contexto apocalíptico, con mi familia encontramos una casucha -bastante parecida al hostel en donde me hospedé el verano pasado en Mina Clavero- y vivimos todos juntos ahí.
En ese lugar, hay unos insectos raros que mi hermano (vale aclarar que no tengo hermano en el mundo real) llama "escarpios" o algo así. Entre mujeres, nos peleamos por el baño, que es un asco literalmente, pero parece que nos es urgente bañarnos.
Finalmente, yo desisto de ducharme y salgo a caminar toda sucia. En el camino me encuentro con uno de mis primos que me pide que lo acompañe a la concesionaria porque quiere comprar un auto.
Ok, un intérprete de sueños por acá, por favor.
Con mis viejos nos escondemos a la vuelta de la esquina y esperamos que salgan del caos mis tíos y primos. Justo en el momento que me empiezo a desesperar, los veo a todos ilesos viniendo hacia nosotros.
Lo curioso es que la explosión deja sin hogar a toda la ciudadanía y, en el medio de ese contexto apocalíptico, con mi familia encontramos una casucha -bastante parecida al hostel en donde me hospedé el verano pasado en Mina Clavero- y vivimos todos juntos ahí.
En ese lugar, hay unos insectos raros que mi hermano (vale aclarar que no tengo hermano en el mundo real) llama "escarpios" o algo así. Entre mujeres, nos peleamos por el baño, que es un asco literalmente, pero parece que nos es urgente bañarnos.
Finalmente, yo desisto de ducharme y salgo a caminar toda sucia. En el camino me encuentro con uno de mis primos que me pide que lo acompañe a la concesionaria porque quiere comprar un auto.
Ok, un intérprete de sueños por acá, por favor.
martes, 16 de junio de 2009
Vos, mejor que te bañés
A veces pienso que la gente simplemente no se da cuenta de que huele mal. Llegadas las bajas temperaturas y como usuaria del transporte público, me veo en la obligación de tener que soportar a aquellos que no tienen como hábito bañarse, o duermen con el perro y andan con olor a bicho todo el día, o no saben lavar la ropa y apestan a humedad. Ni siquiera se toman el trabajo de tirarse un poco de desodorante -aunque sea de ambiente, come on-. Me pregunto si ellos saben que emanan olores que traspasan el límite de lo soportable y van por la vida felices como si nada o si realmente hay que advertirles que, aunque sea por amor al prójimo, se amiguen con el jabón.
martes, 9 de junio de 2009
This is what I want to be
Siempre lo dije y siempre lo voy a decir: me irrita la desinformación. Pero la desinformación grosera, esa que hace quedar a la gente como estúpida ante una conversación en la que inevitablemente se tocan temas de actualidad.
Quizá por eso a los doce años, en un inquieto instinto, elegí la orientación de Comunicación Social de mi colegio, “para tener periodismo”. Y cuando estaba terminando el secundario y se me dilucidaron las ideas vocacionales, elegí aprender ese oficio.
Sabía que iba a tener que dedicarle mucho tiempo a la escritura y ese aspecto me entusiasmaba aún más -mucho más que volverme famosa por repetir noticias al lado de Santo Biasati-. Es que creo que desde chica me sentí atraída por las letras. Recuerdo que cuando compraron la computadora en casa, escribía cuentos y los guardaba en una carpetita. Me encantaba que mi abuela me llevara a la Feria del Libro y adoraba el manual de antología de cuentos de cuarto grado.
Sin saber si sería buena o mala en esto, arranqué la carrera en la escuela de periodismo. Ahí descubrí, entre tantas otras cosas, que también me gusta entrevistar y desgrabar para armar una nota lo más creativa posible. Ahora, sobre el final de la tecnicatura, me sedujo la radio. Empecé a prestarle más atención a muchos programas (ineludiblemente de FM, soy de esa generación) y quise hacer uno propio. Lo hice. Y quiero seguir descubriendo y reinventando este medio apasionante en donde pondera la imaginación.
Right now, siento que el desafío inmediato es salir y hacerme un lugar armada de lo que me dio la formación académica, pero dejando atrás "esa chica que estudia” para ser “esa profesional".
Scares me a little, I must admit.
Quizá por eso a los doce años, en un inquieto instinto, elegí la orientación de Comunicación Social de mi colegio, “para tener periodismo”. Y cuando estaba terminando el secundario y se me dilucidaron las ideas vocacionales, elegí aprender ese oficio.
Sabía que iba a tener que dedicarle mucho tiempo a la escritura y ese aspecto me entusiasmaba aún más -mucho más que volverme famosa por repetir noticias al lado de Santo Biasati-. Es que creo que desde chica me sentí atraída por las letras. Recuerdo que cuando compraron la computadora en casa, escribía cuentos y los guardaba en una carpetita. Me encantaba que mi abuela me llevara a la Feria del Libro y adoraba el manual de antología de cuentos de cuarto grado.
Sin saber si sería buena o mala en esto, arranqué la carrera en la escuela de periodismo. Ahí descubrí, entre tantas otras cosas, que también me gusta entrevistar y desgrabar para armar una nota lo más creativa posible. Ahora, sobre el final de la tecnicatura, me sedujo la radio. Empecé a prestarle más atención a muchos programas (ineludiblemente de FM, soy de esa generación) y quise hacer uno propio. Lo hice. Y quiero seguir descubriendo y reinventando este medio apasionante en donde pondera la imaginación.
Right now, siento que el desafío inmediato es salir y hacerme un lugar armada de lo que me dio la formación académica, pero dejando atrás "esa chica que estudia” para ser “esa profesional".
Scares me a little, I must admit.
martes, 2 de junio de 2009
Me indigna...
- Lo caros que son los libros
- Lo caras que son las entradas para los recitales
- Lo caros que están los CD's/DVD's
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