Con esto de la era digital, la tecnología e Internet, cuando uno comenta que se tomó el trabajo de ir hasta una disquería, pasear por sus pasillos, elegir un CD después de ver varios, hacer la cola y pagar (sí PAGAR), lo miran como si fuera un bicho raro.
Parece que no entienden el encanto de llegar a tu casa, romper el envoltorio transparente, poner el disco en el reproductor y abrir el librito para ver el arte y el diseño que el artista eligió para vos, mientras suena la música. Es un folklore que disfruto cada vez que puedo comprarme un "CD posta".
Claro, no voy a ser hipócrita. Yo también bajo música pero, si pudiera, no lo haría. Es demasiado frío ese formato mp3, que no tiene nada tangible y hasta a veces ni el nombre de la canción aparece en la pantalla de la computadora, si lo bajaste de cualquier lado. Sin embargo, debería tener demasiada plata para adquirir toda la música que me gusta, de manera legal.
Entonces, cada vez que puedo, vuelvo a la disquería, recorro sus pasillos, elijo UNO de todos los que me gustaría llevar, hago la cola, compro y siento que le digo gracias a ese/esos artista/s que trabajaron para que la vida suene un poquito mejor de lo que es.
domingo, 21 de junio de 2009
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