Alguna vez leí que cuando uno piensa "este lugar está lleno de pendejos" es porque ya se es mucho más grande de lo que se cree.
Algo así me pasó el miércoles, cuando fui a ver a la banda británica The Kooks en La Trastienda. Sinceramente, si no hubiera sido por la crónica de una compañera de facultad que había ido el día anterior, nunca me hubiera imaginado encontrarme con tantas adolescentes histéricas por los muchachos ingleses.
Entonces, fui preparada psicológicamente para aguantar los gritos agudos. Y así fue. Afortunadamente, el lugar tiene un sonido de puta madre y los altos volúmenes de alaridos no taparon el brit-rock de The Kooks. De todas formas, debo admitir que en un principio me sacaron de las casillas las niñas desesperadas por que el frontman las mirara aunque sea dos segundos. Dan ganas de sacudirlas y decirles: "¿Para esto pagaste una fortuna? No gastes tanta energía en gritar y desmayarte, disfrutá del show, carajo".
La realidad es que, además de ser una banda relativamente nueva, sus integrantes no superan los 24 años por lo que cabe la posibilidad de rotularlos como una boyband, con la diferencia de que son más bien indie y hacen buena música (a mi entender).
En fin, lo grato es que el recital fue una inyección poderosa de energía a mitad de semana. Estaré vieja y este pensamiento de "uhh, está lleno de pendejos" se hará recurrente, pero no por eso voy a dejar de deleitarme con lo que me gusta. Así que sin dudas volvería a pagar una entrada para ver a estos cool guys de Brighton.
viernes, 19 de junio de 2009
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