Voy hasta la cocina a guardar los platos en la alacena y de paso echo un vistazo por la ventana. Casi siempre está la chica del edificio de al lado hablando por teléfono en el balcón. Creo que si nos cruzáramos por la calle nos reconoceríamos. Nunca pasó.
Esta vez, hay un chico asomado a su ventana en el edificio que se ve de frente. Está lo suficientemente lejos como para que no pueda divisar si me está mirando, si me está haciendo señas o si siquiera es lindo. Qué pena vecino, nunca habrá chances de que nos conozcamos. Nos separa mucho más que una medianera.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
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